
El ciclista necesita más autocrítica y menos egoísmo
Cuando acepté la oferta del creador de este blog para hacer colaboraciones esporádicas, pero con cierta asiduidad, sobre temas relacionados con la seguridad vial y el ciclismo el primer tema que me vino a la mente fue empezar por una de autocrítica respecto del colectivo ciclista, mi colectivo, al que quiero, al que siempre he defendido y con el que me siento plenamente identificado siendo por lo que, de inicio, debería resultar poco sospecho con relación al mismo.
Antes de empezar ocurrió el triste “accidente” de Soses (Lleida), en el que fallecieron dos ciclistas (Javier y Juan José) que me hizo dejar pasar un tiempo por cuanto por un lado quería empezar con unas notas de autocrítica a modo de presentación y declaración de intenciones y por otro no creí que fuese el momento oportuno.
En este asunto, ciclismo y seguridad y/o respeto, siempre he visto al menos dos vertientes. Una externa o hacia el exterior (sociedad) y otra interna.
La externa o hacia el exterior es que debemos concienciarnos en que para exigir respecto y cumplimento de las normas lo primero que tenemos que hacer es respectar al resto de usuarios de la vía, a todos sin excepción y sobre todo si son más débiles que nosotros, como ocurre con los peatones, circunstancias que desgraciadamente no siempre ocurren. Es cierto que las infracciones cometidas por los ciclistas no suelen dar lugar ni provocar accidentes pero es muy desolador ver como un grupo de ciclistas se “salta” un semáforo en rojo ante la “atenta” mirada del resto de conductores y, en muchas ocasiones, de peatones que están esperando para poder pasar.
En el mundo que vivimos es muy importante la opinión que de nosotros tenga la sociedad por cuanto de ella depende nuestra seguridad. De ella salen los políticos que legislan, los jueces que aplican las leyes –no os podéis imaginar la de veces que he tenido que oír en un juicio los tópicos con prejuicios, mayoritariamente infundados por “desconocimiento” sobre los ciclistas pero que calan en la opinión pública, también el resto de conductores que tiene el mismo derecho –pero no más- a usar las vías públicas.
Es por ello que todos debemos concienciarnos que es más difícil exigir el cumplimiento de las normas, y ahora pienso sobre todo en el metro y medio, si nosotros no las cumplimos y que no podemos exigir respeto si no respetamos al resto de usuarios.
La interna está relacionada con el egoísmo y la falta de solidaridad del colectivo ciclista para consigo mismo, al margen de momentos puntuales que suelen coincidir con hechos luctuosos y por un tiempo muy corto. Nadie nos va a regalar nada, tampoco las instituciones y los políticos que las ocupan, ni siquiera la sociedad que nos ve injustamente como un colectivo infractor.
El ciclista -y hablo en primera persona para que nadie se ofenda- nos gusta ser protagonista del ciclismo en sí, pero somos egoístas a la hora de movilizarnos perdiendo un rato del “precioso” para nuestras salidas, sin darnos cuenta de la importancia de reivindicar nuestros derechos o, simplemente, para apoyar a aquellos que de forma concienciada y altruista lo hacen.
Es preferible no perder una mañana, dos horas de una salida dominical o simplemente el almuerzo con los colegas, que asistir a un acto reivindicativo para que alguno de nosotros no pierda esos mismos momentos de por vida. En el almuerzo o cuando ocurre un accidente, sobre todo si es grave, se nos llena la boca de improperios contra los conductores, por no respetarnos, los políticos por no hacernos ni puñetero caso, de los jueces por aplicar benévolamente leyes que ya son benévolas de por sí, pero nada más.
En definitiva tendríamos que quejarnos de nosotros mismos por nuestra incapacidad de movilizarnos, por nuestro egoísmo individualista e insolidario para exigir nuestros derechos tal y como se merecen y que deberíamos de honrar como depositarios de los mismos para con el resto de ciclistas y respecto de aquellos que nos sigan (incluidos nuestros hijos). Y todo ello pese a ser más de tres millones de ciclistas habituales diarios y quince millones semanales.